Segunda semana de Adviento

Salvador Bravo Oe4-169 y José María Alemán
Quito, Ecuador

INFO

Segunda semana de Adviento

 “EL SEÑOR QUE COMENZÓ EN VOSOTROS LA OBRA BUENA, EL MISMO LA LLEVE A TÉRMINO”

A MODO DE REFLEXIÓN: PREPARAR

Nunca estamos preparados para recibir a Dios. Sin embargo Él puede hacer que broten renuevos del tronco seco. Preparar no es encalar, adecentar, maquillar. Eso valdría para otra cosa. Preparar el corazón es un cambio radical de ser, comenzar a vivir para Dios. Por eso Ama, ora y espera.

Preparar consiste en, apoyándose en la esperanza, creer y experimentar que todo puede empezar de nuevo. A veces da tristeza contemplar hombres y mujeres que ya han tirado la toalla. Que frente a una mala experiencia, a una persona que les defraudó, a un superior que no respondió como esperaban, a unos planes que se vinieron abajo o se los tiraron, decidieron poner cruz y raya a todo y a todos. No creen en el cambio, dudan sobre la necesidad y la importancia de las cosas, se preguntan permanentemente: ¿para qué? Preparar es decidirse tozudamente a amar, aunque no nos amen. A poner corazón donde otros solo ponen tinieblas. A creer profundamente aquello de “pon amor donde no hay amor y sacarás amor”. Amar a Dios sin el cual todo produce cansancio y hastío. Amar desde Él al otro y las obras de nuestras manos. Poner corazón. Y sin querer, experimentar el ser amados, profundamente amados. ¿Cómo estamos de corazón? ¿A quien amamos? ¿Quién o qué ocupa nuestro corazón? ¿Cómo lo estoy preparando en este Adviento? ¿Me dejaré amar por Dios en el sacramento del Perdón?

 Preparar consiste también en orar. En “estar largo rato a solas con aquel que sabemos nos ama”. Para amar es necesario orar. Se hace el amor más grande cuando amamos desde el corazón de Dios y a su estilo. Orar contra toda esperanza, orar en la dificultad, orar en la alegría y la aflicción, orar cuando nos quedamos o nos dejan solos. Orar para no caer en la prueba. Orar para experimentar que la obra es del Señor y no nuestra, que los proyectos son suyos y no nuestros, que nosotros le hemos elegido a Él y no a sus cosas. En este Adviento, dedicaré tiempo a la oración. Sentiré que el que comenzó la obra es Él y que yo he de colaborar porque el más interesado en su buen final, es Él mismo.

Preparar es también esperar. Esperar sin desfallecer. Esperar con todo en orden como una madre espera el nacimiento de su hijo. Esperar sin dejarse dormir, sabiendo que el reloj de Dios marca la hora de los hombres pero que, en ocasiones, el reloj de los hombres desconoce la hora de Dios. Preparar, convertir el corazón, dejar a Dios ser Dios.

ORAR EN ADVIENTO

Hoy como ayer, Señor, no dejas de decir a los hombres: “El Reino de Dios está cerca de Vosotros, ¡convertíos y creed en la Buena Noticia”.

Convierte tú nuestra mirada para que sepamos discernir tu nueva e imprevisible presencia cada mañana, en nuestras casas y en nuestros lugares de trabajo, a la puerta de nuestro corazón y de nuestras ocupaciones, a la puerta de la vida diaria.

Muéstranos cómo basta con muy poco,
cómo apenas basta con nada,
para sentirte muy cercano.

Un encuentro, una sonrisa, una mirada,

un apretón de manos, un pájaro, una flor,

una nube, una puesta de sol, una palabra, un silencio,

una oración, la risa de un niño, una carta,

una llamada de teléfono, una comida en familia...
Basta con muy poco, basta con nada.


Conviértenos a la mirada de tu fe,
abre nuestros ojos para que vean
la claridad de tu presencia
en la sombra gris del día a día;
abre nuestros oídos para que oigan
el discreto aliento de tu paso
en el rumor de lo cotidiano.