Cuarto domingo de adviento - Reflexionemos

Salvador Bravo Oe4-169 y José María Alemán
Quito, Ecuador

INFO

Cuarto domingo de adviento - Reflexionemos

Hay diversos tipos de “prisa”. Por un lado está la prisa de María quien apenas tiene conocimiento del embarazo de su pariente Isabel se pone en marcha presurosa. La mueve el amor, el deseo de servir, y también el deseo de compartir con alguien que sabrá comprender muy bien su inmensa y desbordante alegría, el gozo exultante que experimenta por la Presencia encarnada del Verbo divino en su seno virginal. La prisa de María está llena del Señor y tiene presente lo esencial.

Miremos ahora a nuestro alrededor: vivimos en un mundo sumamente agitado, cada vez más “estresado”. Nosotros mismos participamos de esta agitación que no se detiene, vivimos “aprisa”, con miles de cosas que hacer, con muchos “pendientes”, pero que a diferencia de la prisa de María nos despojan de lo esencial y nos arrojan a una vida superficial, epidérmica. Cada uno lleva su prisa, su propia premura. Más aún estos días, faltando ya poco para la celebración de la Navidad, parece que falta el tiempo para todo lo que hay que preparar: los regalos que hay que comprar, la cena que hay que preparar, las actividades en las que hay que participar, incluso las campañas de solidaridad, (El padre con sus niños Shuar y Chamanga) etc. Toda esta agitación puede arrebatarnos el espacio necesario para reflexionar, para meditar, para rezar, para no perder de vista lo esencial. No podemos olvidar que lo esencial es acoger al Señor que viene y llevarlo muy dentro, no podemos olvidar que la NAVIDAD ES JESÚS, no los regalos, la cena, ni siquiera la reunión familiar. ¿Puede haber Navidad si Cristo no nace en nosotros, si no hacemos silencio en el interior para acogerlo en el pesebre de nuestras mentes y corazones?

Siendo María quien nos ilumina en este último domingo de adviento, les invito a reconocer tres actitudes que nos pueden ayudar en este espacio de preparación:

  1. La humildad

Es la virtud reflejada en María que se reconoce pequeña, indigna de la propuesta que le ha hecho Dios de ser madre de Jesús. A lo largo de toda su vida mantendrá esa actitud. No presumirá de su condición, no se queja cuando no hay posada para ellos en Belén, tiene que dar a luz en un pesebre, tiene que huir a Egipto… Estará siempre en segundo plano, incluso el Evangelio habla muy poco de Ella, y al final de su vida está al pie de la cruz como la madre de un  delincuente crucificado.      

La humildad de María contrasta con nuestros comportamientos cuando queremos que todos sepan nuestros méritos para recibir honores y estar en primer plano. Nos cuesta reconocer nuestros errores, que nos corrijan.  

  1. La obediencia

María dijo a Dios: “Aquí estoy, Señor, para hacer tu voluntad” porque confiaba, porque estaba segura que Dios no le pediría nada superior a sus fuerzas, que lo que Dios le pedía siempre sería bueno para ella y para los demás, sin embargo a nosotros nos cuesta aceptar la voluntad de Dios y encontramos justificación es para hacer lo que queremos. Al rezar algunas veces el Padrenuestro, pedimos que se haga la voluntad de Dios, pero sólo si coincide con la nuestra.       

  1. El servicio

María fue corriendo a la montaña, a casa de Isabel, a ayudar, a acompañar, a prestar un servicio sin que se lo pidieran y lo hizo con toda su generosidad y alegría. A nosotros nos cuesta poner nuestro tiempo y trabajo al servicio de los más necesitados con generosidad y alegría.